lunes, 28 de mayo de 2012

Doctoras

Cierto día, una mujer llamada Ana fue a renovar su carnet de conducir. Cuando le preguntaron cuál era su profesión, ella calló. No sabía bien cómo clasificarse. El funcionario insistió:
-Lo que le estoy preguntando es si tiene trabajo.

-Claro que tengo trabajo -exclamó Ana-. Soy madre.

-Nosotros no consideramos eso un trabajo. Voy a anotar ama de casa -dijo el funcionario fríamente.

Una amiga suya, llamada Marta, supo de lo ocurrido y estuvo pensando al respecto durante un tiempo. En un determinado día, ella misma se encontró en una situación idéntica. La persona que la atendía era una funcionaria de carrera, segura, eficiente. El formulario parecía enorme, interminable. La primera pregunta fue: "¿Cuál es su ocupación?". Marta pensó un poco y sin saber bien cómo, respondió:

-Soy doctora en desarrollo infantil y en relaciones humanas.

La funcionaria hizo una pausa y Marta hubo de repetir lentamente, enfatizando las palabras más significativas. Después de haberlo anotado todo, la joven se atrevió a preguntar:
-¿Puedo preguntar qué es lo que hace usted exactamente?

Sin ningún trazo de agitación en la voz, con mucha calma, Marta explicó:
-Desarrollo un programa a largo plazo, dentro y fuera de casa- y, pensando en su familia, continuó-: soy responsable de un equipo y ya he recibido cuatro proyectos. Trabajo en régimen de dedicación exclusiva. El grado de exigencia es de 14 horas por día, a veces hasta de 24 horas.

A medida que iba describiendo sus responsabilidades, Marta notó el creciente tono de respeto en la voz de la funcionaria, que rellenó todo el formulario con los datos facilitados.

Cuando volvió a casa, Marta fue recibida por su equipo: una niña de 13 años, otra de 7 y otra de 3. Subiendo al piso de arriba de la casa, pudo oír su más reciente proyecto, un bebé de seis meses, probando una nueva tonalidad de voz.

Feliz, Marta tomó al bebé en sus brazos y pensó en la gloria de la maternidad, con sus multiplicadas responsabilidades y horas interminables de dedicación... "Mamá, ¿dónde está mi zapato? Mamá, ¿me ayudas a aprender la lección? Mamá, el bebé no para de llorar. Mamá, ¿me vas a buscar al colegio? Mamá, ¿vienes a verme a la actuación de baile? Mamá, ¿me compras esto? Mamá...".

Sentada en la cama, Marta pensó que si ella era doctora en desarrollo infantil y en relaciones humanas, ¿qué serían las abuelas? Y descubrió un título para ellas: doctoras sénior en en desarrollo infantil y en relaciones humanas. Las bisabuelas, doctoras ejecutivas sénior. Las tías, doctoras asistentes. Y todas las mujeres, madres, esposas, amigas y compañeras, doctoras en el arte de hacer la vida mejor.

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