Estamos llamados a vivir como hijos de Dios y llevar un poco de esperanza, iluminar este mundo siendo un reflejo de Su Amor.
Es tan fácil. Y cuesta poco.
A
menudo recuerdo aquél profesor retirado, Hermano de La Salle. Era un
anciano cuando nos dictó un curso de francés. Le llamábamos con cariño:
"Cher frère" (querido hermano).
Cierta
mañana llegó regocijado, con una alegría que se desbordaba en su
mirada. No comprendíamos tanta felicidad. Sacó del bolsillo de su
sotana una tarjeta gastada. Nos la mostró emocionado y dijo:
-Un antiguo alumno, se ha acordado de su viejo profesor de francés... Me envió una postal desde Francia.
Miró la postal con cariño y continuó su relato:
-Tiene un francés perfecto. Se la voy a leer.
Leyó
la tarjeta con una sonrisa que le atravesaba el rostro. Estaba feliz.
Tomó su tarjeta, le pasó la mano encima como temiendo perderla y
continuó:
-¿Pueden creerlo? Se ha acordado de mí, su profesor de francés.
Pasó el resto de la clase sonriendo, pensado en aquél alumno que fue agradecido.
Ese día comprendí. Un pequeño gesto de amor puede cambiar la vida de los demás.
Testimonio de Claudio de Castro
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