miércoles, 11 de septiembre de 2013

Visitando a Jesús

Esa mañana desperté rezando: “Señor, hazme un instrumento de tu paz…” 
A veces la vida nos sumerge en situaciones inesperadas, que no deseamos, pero que debemos afrontar. Y no sabemos cómo. Seguí orando: “Señor, hazme un instrumento de tu paz…”, y me marché al trabajo.  Allí me llené de inquietudes y me hice muchas preguntas. Me llené de muchos “¿por qué?”
Un amigo me preguntó:
-¿Qué te ocurre?
-Tengo muchas preguntas -le respondí-. Y voy a ver al que tiene las respuestas.
Salí unos minutos para ir a una capilla cercana, donde estaba el Santísimo.
Entré saludando: “Hola Jesús”. Y me quedé un rato con Él, preguntándole….  Y por respuesta: un silencio abrumador.
Recordé las palabras que un amigo sacerdote me dijo: “Desde el Sagrario, Él te ve y Él te oye”.
Y yo pensé que no me veía y no me escuchaba.
Cuando me monté en el coche para volver a mi trabajo inicié este diálogo conmigo mismo, como si otra persona a mi lado me preguntara:
- ¿Encontraste tus respuestas?
- No…  Jesús no respondió mis preguntas.
Me quedé un rato en silencio y continué:
- Curiosamente,  llevo  una gran Paz conmigo, una paz interior que no esperaba y que sobrepasa lo que soy capaz de contener
- ¿Acaso olvidaste estas palabras de Jesús?:  "Mi paz os dejo, mi paz os doy…" Él te da lo que necesitas, no siempre lo que pides.
En ese instante comprendí. Quedé tan impresionado que saqué mi vieja libreta del bolsillo de mi camisa y escribí esta vivencia.
Me pasé la mañana pidiéndole: “Hazme un instrumento de tu Paz”.
¡Jesús sí  respondió! Y de la manera más impactante que puedas pensar.
¿Sabes? No podemos dar lo que no tenemos. No puedo ser instrumento de algo que no tengo. Y aquella dulce mañana, Él me dio su Paz.
Testimonio de Claudio de Castro