Cada día, cuando visito a Jesús en el
Sagrario, le hago la misma pregunta: “¿Qué debo hacer?”. Y es que no encuentro respuestas a mis
inquietudes y a menudo no sé cómo solucionar mis problemas.
Hoy fue un día especial, diferente. Me encontraba en ese diálogo solitario con
Jesús. Le preguntaba muchas cosas, con la certeza que Él está allí, y me ve y
me escucha. Y de pronto me llegaron estos
pensamientos... Como no tenía papel para
anotar, los escribí en la palma de mi mano. Al salir de la Iglesia vine a la biblioteca. Aquí estoy, en este
momento, leyendo lo que escribí:
El que vive en la presencia de Dios no puede odiar, aunque quiera.Dios es Amor. Su amor es tan grande que todo lo inunda y no deja espacio en tu alma para el odio, el resentimiento o el rencor.En su presencia sólo hay paz, serenidad, perdón y misericordia.
Hay algo más. Mirándolo fijamente le recordé los
problemas que atravieso y no sé cómo
solucionar. Entonces sentí como un
bálsamo en el alma. “Eres Tú”, le dije, “sé que eres Tú”. Y un amor hondo me llenó con tal fuerza que
aún, en este momento lo percibo. Es un gozo interior indescriptible. Y me mueve a amarlo todo, a todos, al bueno,
al malo, al que me ama, al que me odia.
En ese momento volví a hacer la pregunta que
siempre quedaba sin respuesta: “¿Qué debo hacer?”. Esta vez algo ocurrió.
“¿Qué
debo hacer?”, volví a preguntar.
Sentí una
voz interior, transparente como el viento, que me llegó al corazón:
“Amar”, respondió. “Debes amar”.
Entonces comprendí. He amado, pero no lo suficiente. He amado con un amor muy pobre y egoísta, un
amor selectivo. Debo dar ese primer paso que nos diferencia y amar un poco
más. Luego, pedirle una chispa de Su
amor, que es un amor puro y limpio, para
amar como debo amar. Al salir, llegué a esta conclusión: si
amáramos un poquito más, el mundo sería diferente, y nosotros también. Ahora lo sabes... Cada vez que preguntes qué debes hacer, encontrarás una sola respuesta: amar.
Testimonio de Claudio de Castro
No hay comentarios:
Publicar un comentario