El primero dijo:
- Señor, ¡haz entonces que aparezca más comida!
La voz divina contestó que aquella era una respuesta necia, ya que no se solucionan los problemas con magia sino aprendiendo a trabajar con aquello que Dios da en cada momento.
El segundo apuntó:
- Haz entonces que la fruta sea mayor, y así pueda alcanzarnos.
A aquello, Dios contestó nuevamente que no, porque no se trata de tener más para arreglar los conflictos, ya que el ser humano jamás queda satisfecho y siempre quiere más.
Ante eso, el tercer montañista suplicó:
- Mi buen Dios, aunque tenemos hambre y somos orgullosos, haznos pequeños a nosotros para que la fruta llegue y podamos comer los tres.
Dios dijo:
- Has contestado bien, pues cuando el hombre se hace humilde y se empequeñece delante de mis ojos, verá la prosperidad y le bastará para saciarse.
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