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domingo, 5 de enero de 2014

¿Es verdad que existen los Reyes Magos?

Apenas su padre se había sentado al llegar a casa, dispuesto a escuchar como todos los días lo que su hija le contaba de sus actividades en el colegio, cuando ésta en voz algo baja, como con miedo, le dijo:
- ¿Papá?
- Sí, hija, cuéntame
- Oye, quiero... que me digas la verdad
- Claro, hija. Siempre te la digo -respondió el padre un poco sorprendido
- Es que... -titubeó
- Dime, hija
- Papá, ¿existen los Reyes Magos?  

El padre se quedó mudo, miró a su mujer, intentando descubrir el origen de aquella pregunta, pero sólo pudo ver un rostro tan sorprendido como el suyo que le miraba igualmente.
- Las niñas dicen en la escuela que son los padres. ¿Es verdad?

La nueva pregunta le obligó a volver la mirada hacia la niña y tragando saliva le dijo:
- ¿Y tú qué crees, hija?

- Yo no sé, papá: que sí y que no. Por un lado me parece que sí que existen porque tú no me engañas; pero como las niñas dicen eso...

- Mira, hija, efectivamente son los padres los que ponen los regalos, pero...

- ¿Entonces es verdad? -cortó la niña con los ojos humedecidos-. ¡Me habéis engañado!

- No, mira, nunca te hemos engañado porque los Reyes Magos sí que existen -respondió el padre cogiendo con sus dos manos la cara de la niña.

- Entonces no lo entiendo, papá.

- Siéntate, hija, y escucha esta historia que te voy a contar porque ya ha llegado la hora de que puedas comprenderla - dijo el padre, mientras señalaba con la mano el asiento a su lado.

Blanca se sentó entre sus padres ansiosa de escuchar cualquier cosa  que le sacase de su duda, y su padre se dispuso a narrar la verdadera historia de los Reyes Magos:

Cuando el Niño Jesus nació, tres sabios que venían de Oriente guiados por una gran estrella se acercaron al Portal para adorarle. Le  llevaron regalos en prueba de amor y respeto (oro, incienso y mirra, en reconocimiento de su naturaleza de Rey e hijo de Dios, y profetizando su muerte en la cruz), y el Niño se puso tan contento y parecía tan feliz que el más anciano de los Reyes Magos, Melchor, dijo:

- ¡Es maravilloso ver tan feliz a un niño! Deberíamos llevar regalos a todos los niños del mundo y ver lo felices que serían.

- ¡Oh, sí! -exclamó Gaspar-. Es una buena idea, pero es muy difícil de hacer. No seremos capaces de poder llevar regalos a tantos millones de niños como hay en el mundo.

Baltasar, el tercero de los Magos, que estaba escuchando a sus dos compañeros con cara de alegría, comentó:
- Es verdad que sería fantástico, pero Gaspar tiene razón: ya somos ancianos y nos resultaría muy difícil poder recorrer el mundo entero entregando regalos a todos los niños.

Los tres Reyes Magos se pusieron muy tristes al pensar que no podrían realizar su deseo. Y el Niño Jesús, que desde su pobre cunita parecía escucharles muy atento, sonrió y la voz de Dios se escuchó en el Portal:
- Queridos Reyes Magos, agradezco vuestros regalos y os voy a ayudar a realizar vuestro hermoso deseo. Decidme: ¿qué necesitáis para poder llevar regalos a todos los niños?
- ¡Oh, Señor! -dijeron los tres Reyes Magos postrándose de rodillas-. Necesitaríamos millones y millones de pajes, casi uno para cada niño, que pudieran llevar al mismo tiempo a cada casa nuestros regalos, pero no podemos tener tantos pajes, no existen tantos.

- No os preocupéis por eso -respondió-. Yo os voy a dar, no uno sino dos pajes para cada niño que hay en el mundo.

- ¡Sería fantástico! Pero, ¿cómo es posible? -dijeron a la vez los tres Reyes Magos con cara de sorpresa y admiración.

- Decidme, ¿no es verdad que los pajes que os gustaría tener deben querer mucho a los niños? -preguntó Dios.

- Sí, claro, eso es fundamental - asintieron los tres.

- Y, ¿verdad que esos pajes deberían conocer muy bien los deseos de los niños?

- Sí, sí. Eso es lo que exigiríamos a un paje -respondieron cada vez más entusiasmados.

- Pues decidme, queridos Magos: ¿hay alguien que quiera más a los niños y los conozca mejor que sus propios padres?

Los tres Reyes se miraron asintiendo y empezando a comprender lo que Dios estaba planeando, cuando la voz de nuevo se volvió a oír:

- Puesto que así lo habéis querido y para que en nombre de los Tres Reyes Magos de Oriente todos los niños del mundo reciban algunos regalos, en Navidad, conmemorando estos momentos, todos los padres se convertirán en vuestros pajes, y en vuestro nombre, y de vuestra parte regalen a sus hijos los regalos. Mientras los niños sean pequeños, la entrega de regalos se haga como si la hicieran los propios Reyes Magos, para que, cuando sean suficientemente mayores para entender esto, los padres les cuenten esta historia. Y, alrededor del Belén, en adoración y agradecimiento, recordarán que gracias a los tres Reyes Magos todos son más felices.