En un pueblecito que vivía del trabajo del campo acaeció una vez una larga y dura sequía que amenazaba con arruinar a los agricultores. Los habitantes del lugar fueron a ver al cura del pueblo y le dijeron:
- Padre, ¿por qué no pedimos a Dios que nos mande la lluvia?
- De acuerdo - respondió él-, pero debemos pedírselo con fe, con mucha fe, para que nos lo conceda.
La gente pensó en que era una condición muy sencilla y fueron a casa esperanzados. Sin embargo, pasaron las semanas y la sequía continuaba, a pesar de que ellos iban a misa puntualmente cada domingo. Cansados de esperar, los vecinos fueron de nuevo a ver al cura y le protestaron:
- Nos ha engañado. Dijo que si pedíamos a Dios con fe, nos mandaría la lluvia, pero ya han pasado muchos días y no ha caído una sola gota.
El cura les preguntó si habían pedido con verdadera fe, a lo que ellos contestaron que sí, por supuesto.
-Entonces - replicó el cura -, ¿cómo es que ninguno a venido a misa con paraguas?
- Padre, ¿por qué no pedimos a Dios que nos mande la lluvia?
- De acuerdo - respondió él-, pero debemos pedírselo con fe, con mucha fe, para que nos lo conceda.
La gente pensó en que era una condición muy sencilla y fueron a casa esperanzados. Sin embargo, pasaron las semanas y la sequía continuaba, a pesar de que ellos iban a misa puntualmente cada domingo. Cansados de esperar, los vecinos fueron de nuevo a ver al cura y le protestaron:
- Nos ha engañado. Dijo que si pedíamos a Dios con fe, nos mandaría la lluvia, pero ya han pasado muchos días y no ha caído una sola gota.
El cura les preguntó si habían pedido con verdadera fe, a lo que ellos contestaron que sí, por supuesto.
-Entonces - replicó el cura -, ¿cómo es que ninguno a venido a misa con paraguas?
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