Cuentan que un día, entró un hombre en la iglesia de un pueblo y se puso a orar. Al poco rato y sin que él se diese cuenta, se acercó el sacerdote y escuchó su plegaria. Al parecer el hombre decía así:
-Señor, déjame acercarme a ti. Nadie te cuida, yo te cuidaré. Si estás sucio, te limpiaré. Puedo coserte ropa también. Si tienes sed, iré a la fuente y cogeré agua para ti. Si tienes piojos, puedo quitártelos. Cuando enfermes, estaré a tu lado y te procuraré el remedio.
Llegados a este punto, el sacerdote no lo soportó más y le gritó:
-¡Basta ya de tonterías! ¿Que Dios está sucio? ¿Que está enfermo? ¿Que tiene piojos? ¿Quién te enseñó esa plegaria tan absurda?
-Yo mismo la inventé - contestó el hombre, intimidado-. Reconozco que soy muy pobre y sin educación, y nadie me enseñó jamás cómo orar correctamente. Tengo problemas con los piojos y creí que también molestarían a Dios. Supuse que Él estaría enfermo, como yo muchas veces, y que le gustaría que alguien le hiciese compañía. Ha sido mi experiencia la que se convirtió en mi oración, pero si tú sabes la plegaria correcta, por favor, enséñamela.
Entonces el sacerdote le enseñó la oración correcta. El hombre se lo agradeció con lágrimas de profunda gratitud. Cuando se marchó, el sacerdote se quedó muy contento por la buena acción que había hecho y dirigió sus ojos al cielo para ver qué pensaba Dios.
Pero el Señor le dijo:
- Te he enviado para que acerques a la gente a mí, pero con esta oración correcta, uno de los que más me amaban está ahora apartado. Esta oración no será oración en absoluto, porque la oración no tiene que ver con la ley, la oración es amor.
-Señor, déjame acercarme a ti. Nadie te cuida, yo te cuidaré. Si estás sucio, te limpiaré. Puedo coserte ropa también. Si tienes sed, iré a la fuente y cogeré agua para ti. Si tienes piojos, puedo quitártelos. Cuando enfermes, estaré a tu lado y te procuraré el remedio.
Llegados a este punto, el sacerdote no lo soportó más y le gritó:
-¡Basta ya de tonterías! ¿Que Dios está sucio? ¿Que está enfermo? ¿Que tiene piojos? ¿Quién te enseñó esa plegaria tan absurda?
-Yo mismo la inventé - contestó el hombre, intimidado-. Reconozco que soy muy pobre y sin educación, y nadie me enseñó jamás cómo orar correctamente. Tengo problemas con los piojos y creí que también molestarían a Dios. Supuse que Él estaría enfermo, como yo muchas veces, y que le gustaría que alguien le hiciese compañía. Ha sido mi experiencia la que se convirtió en mi oración, pero si tú sabes la plegaria correcta, por favor, enséñamela.
Entonces el sacerdote le enseñó la oración correcta. El hombre se lo agradeció con lágrimas de profunda gratitud. Cuando se marchó, el sacerdote se quedó muy contento por la buena acción que había hecho y dirigió sus ojos al cielo para ver qué pensaba Dios.
Pero el Señor le dijo:
- Te he enviado para que acerques a la gente a mí, pero con esta oración correcta, uno de los que más me amaban está ahora apartado. Esta oración no será oración en absoluto, porque la oración no tiene que ver con la ley, la oración es amor.
1 comentario:
Me a gusto mucho al final Dios ama todo lo q el hombre ofrese de su propia vida no de lo aquello q aveses aprendemos o copiamos .
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