Un hombre cirticó de forma grave a un amigo suyo, envidioso del éxito que éste había obtenido en una empresa. Tiempo después se arrepintió de haberlo hecho y, para tratar de enmendar el mal, visitó a una sabia mujer a quien le expuso el problema, además de su deseo de arreglar lo que había hecho. Ella contestó:
- Toma un saco lleno de plumas ligeras y pequeñas y suéltalas en pequeñas cantidades por donde pases.
El hombre, contento por lo fácil del cometido, hizo lo que le había dicho la consejera, y, tras soltarlas todas en un solo día, volvió a donde ella y le dijo que ya había terminado.
- Esa es la parte más fácil -respondió ella-. Ahora debes volver a la calle y recoger todas las plumas que soltaste.
Él se entristeció, porque si se empleaba a fondo, solamente podría encontrar una o dos. Entonces la mujer sabia le dijo:
- Del mismo modo que no puedes juntar nuevamente las plumas que soltaste, el mal que hiciste con tus mentiras y críticas voló de boca en boca y ya está hecho. Ahora sólo te queda pedirle perdón de corazón a tu amigo, ya que no puedes arreglar lo que has hecho.
- Toma un saco lleno de plumas ligeras y pequeñas y suéltalas en pequeñas cantidades por donde pases.
El hombre, contento por lo fácil del cometido, hizo lo que le había dicho la consejera, y, tras soltarlas todas en un solo día, volvió a donde ella y le dijo que ya había terminado.
- Esa es la parte más fácil -respondió ella-. Ahora debes volver a la calle y recoger todas las plumas que soltaste.
Él se entristeció, porque si se empleaba a fondo, solamente podría encontrar una o dos. Entonces la mujer sabia le dijo:
- Del mismo modo que no puedes juntar nuevamente las plumas que soltaste, el mal que hiciste con tus mentiras y críticas voló de boca en boca y ya está hecho. Ahora sólo te queda pedirle perdón de corazón a tu amigo, ya que no puedes arreglar lo que has hecho.
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