Un
guerrero indio se encontró un huevo de águila, lo recogió del suelo y lo colocó en el nido de una gallina. El resultado fue que el aguilucho
se crió junto a los polluelos.
Un día vio que un ave majestuosa planeaba por el cielo despejado. Volaba sin casi batir sus resplandecientes alas dejándose llevar gallardamente por las corrientes de aire.
-¡Qué hermosa ave! -le dijo a la gallina que se hallaba a su lado-. ¿Cuál es su nombre?
-Aguila, la reina de las aves - le contesto ésta-. Pero no te hagas ilusiones: nunca serás como ella.
El águila dejó, en efecto, de prestarle atención.
Murió creyendo que era gallina.
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