viernes, 10 de mayo de 2013

La Cruz en mi oficina

Hacía días que veía la pared desnuda de mi oficina, sin cuadros ni ventanas, y sentía que algo me faltaba. Por momentos me detenía y hacía ratos de oración. Era de lo más sencillo. Conversaba con Jesús. Imaginaba que me acompañaba y charlábamos. Me encantaba porque experimentaba su cercanía, su amistad, su inmenso amor.

Una tarde me fijé en aquella pared y comprendí: “falta una cruz, que me recuerde mi vocación, que estamos llamados a la santidad”.

Como no tenía ninguna tomé un pedacito de papel, dibujé una y la pegué. Desde esa tarde, mi cruz de papel me acompañaba durante el trabajo. La veía, rezaba y reflexionaba acerca del sacrificio de Jesús. Me hacía amarlo más, experimentar su presencia, su ternura.

Hoy fue un día diferente. Tenía algo de solemne, especial. Llevaba una cruz de madera para reemplazar la de papel. Invité a un amigo que trabaja en el edificio. La pegamos en la pared y le dimos la bienvenida nuevamente a Jesús a mi oficina, al edificio. Luego rezamos.

Al verla recordé emocionado estas palabras de Tomás de Kempis:
¿Por qué temes tomar la cruz, por la cual se va al reino? En la cruz está la salud, en la cruz la vida, en la cruz está la defensa de los enemigos, en la cruz está la infusión de la suavidad soberana, en la cruz está la fortaleza del corazón, en la cruz está el gozo del espíritu, en la cruz está la suma virtud, en la cruz está la perfección de la santidad”.

Se me ocurrió completar su pensamiento y me dije:
“En la cruz está el Amor”

Testimonio de Claudio de Castro

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