Durante el verano, Enrique y su hermana Carmen fueron a pasar unos días en la granja de sus abuelos. Como el niño no paraba quieto, su abuelo le dejó que jugara fuera y que practicara con su tirachinas. No lograba darle a ninguna de las latas que había preparado para hacer blanco. Desanimado regresó a la casa para la cena.
Mientras caminaba de regreso, vio un pato, al parecer el más querido por su abuela. Y, como un impulso, cogió el tirachinas y lanzó la piedra, sin pensar que podría acertar. Le dio al pato en la cabeza y cayó redondo. Él estaba impresionado y consternado. En un momento de pánico, escondió el pato muerto detrás de una pila. En ese momento vio que su hermana lo estaba observando. Carmen lo había visto todo, pero no dijo nada. Después del almuerzo del día siguiente, la abuela dijo:
- Carmen, vamos a lavar los platos.
Pero Carmen dijo:
- Abuela, Enrique me ha dicho que él quería ayudarte en la cocina.
Luego le susurró a él:
- ¿Recuerdas lo del pato?
Así es que Enrique lavó los platos.
Más tarde, ese mismo día, el abuelo les preguntó a los niños si querían ir a pescar, y la abuela dijo:
- Lo siento, pero necesito que Carmencita me ayude a hacer la compra.
Carmen sonrió y dijo:
- Bueno, no hay problema, porque Enrique se muere por ayudar a la abuela con la compra.
Ella, de nuevo, se acercó a su hermano y en voz baja le dijo:
- ¿Recuerdas el pato?
Así es que Carmen se fue a pescar y Enrique se quedó ayudando.
Después de varios días en los que Enrique hacía tanto sus tareas como las de su hermana, no aguantó más y decidió poner fin a lo que le estaba fastidiando las vacaciones. Le confesó a su abuela que había matado al pato.
La abuela reaccionó rápido, abrazó a su nieto y le dijo:
- Corazón, yo lo sé. Sabes, yo estaba en la ventana cuando sucedió y vi todo lo que pasó. Pero, porque te quiero, te perdono. Sólo me preguntaba cuánto tiempo tardarías en decidirte y en permitir que tu hermana Carmen te hiciera chantaje. Nunca hay que tener miedo a decir la verdad, además siempre puede haber alguien que te vea por la ventana.
Mientras caminaba de regreso, vio un pato, al parecer el más querido por su abuela. Y, como un impulso, cogió el tirachinas y lanzó la piedra, sin pensar que podría acertar. Le dio al pato en la cabeza y cayó redondo. Él estaba impresionado y consternado. En un momento de pánico, escondió el pato muerto detrás de una pila. En ese momento vio que su hermana lo estaba observando. Carmen lo había visto todo, pero no dijo nada. Después del almuerzo del día siguiente, la abuela dijo:
- Carmen, vamos a lavar los platos.
Pero Carmen dijo:
- Abuela, Enrique me ha dicho que él quería ayudarte en la cocina.
Luego le susurró a él:
- ¿Recuerdas lo del pato?
Así es que Enrique lavó los platos.
Más tarde, ese mismo día, el abuelo les preguntó a los niños si querían ir a pescar, y la abuela dijo:
- Lo siento, pero necesito que Carmencita me ayude a hacer la compra.
Carmen sonrió y dijo:
- Bueno, no hay problema, porque Enrique se muere por ayudar a la abuela con la compra.
Ella, de nuevo, se acercó a su hermano y en voz baja le dijo:
- ¿Recuerdas el pato?
Así es que Carmen se fue a pescar y Enrique se quedó ayudando.
Después de varios días en los que Enrique hacía tanto sus tareas como las de su hermana, no aguantó más y decidió poner fin a lo que le estaba fastidiando las vacaciones. Le confesó a su abuela que había matado al pato.
La abuela reaccionó rápido, abrazó a su nieto y le dijo:
- Corazón, yo lo sé. Sabes, yo estaba en la ventana cuando sucedió y vi todo lo que pasó. Pero, porque te quiero, te perdono. Sólo me preguntaba cuánto tiempo tardarías en decidirte y en permitir que tu hermana Carmen te hiciera chantaje. Nunca hay que tener miedo a decir la verdad, además siempre puede haber alguien que te vea por la ventana.
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