Siempre he pensado en Jesús, escondido en el Sagrario. Me detengo a reflexionar qué hace allí todo el tiempo. Cómo es posible que se quede inmóvil en una Hostia Santa, dispuesto a aceptar lo que hagamos con ella. Ser adorado, movido, llevado a otro lado, ultrajado. Él calla y lo acepta todo.
Recuerdo que una vez fui a visitarlo y le pregunté:
- ¿Qué haces aquí todo el tiempo?
Y me pareció que respondía con una palabra:
-Amar
Por
algún motivo lo he pensado como un niño que espera a sus amigos para
compartir con ellos su tiempo. Y se ilusiona y se emociona con sus
visitas. Es como un pequeño que espera los invitados a su cumpleaños. A
medida que van llegando crece su expectativa y su felicidad.
Me
gusta pensarlo así y que me vea como el niño que era y que solía
visitarlo en aquella hermosa capilla frente a mi casa. Eran
mañanas de mucho sol, corría una deliciosa brisa marina y el mundo era
diferente, más sencillo. Disfrutaba
muchísimo cruzar la calle y pasar largos ratos con Él. Era mi mejor
amigo. Y yo con mi corazón puro y mi mente infantil, tenía la certeza de
que me esperaba todos los días para estar conmigo.
Cuando crecí me entretuve con los estudios y descuidé a mi gran amigo, mi amigo del alma.
Con el tiempo nos hemos reencontrado y nuestra amistad se ha renovado.
He comprobado las muchas gracias
que uno recibe cuando lo visita. Él nunca se cansa de consentirnos y
llenarnos de esperanza. Le encanta que lo visiten. Por eso cuando alguien
me viene a ver con un problema encuentro la solución más práctica y le
recomiendo:
- Visita a Jesús en el Sagrario
Los
he visto regresar a verme asombrados, maravillados por cambio tan
impresionante que han experimentado luego de ver a Jesús. Hace
dos días tuve un sueño. Jugaba en el parque frente a mi casa. Del otro
lado, en aquella capilla, Jesús se asomaba como un niño y me veía jugar
y se preguntaba cuándo iría a verlo. Estaba ilusionado pensando que me acordaría de él. Y no siempre fue así... ¡Cuánto lo lamento!
Hoy
le visité en una capilla que está a la vuelta de mi trabajo. Ya no soy
el aquel niño, pero entré imaginando que lo era y sentí que se alegraba
cuando me vio llegar.
- Llegaste- casi exclama-, te esperaba.
Y nos quedamos un largo rato charlando, como en aquellos días, contándonos historias, compartiendo nuestras aventuras.
Y Jesús sonreía feliz, contento, emocionado… mientras me escuchaba hablar.
Claudio de Castro
1 comentario:
muy bonito el mensaje, la verdad deja un gran mensaje que ver. felicito a esta persona, sigas asi adelante y dando esos mensajes que llegan al alma
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