Hoy cuando salí de mi casa pensé en la
Navidad, en los ajetreos y las cosas que
muchos hacemos para estos días. Llegué a la aglomeración urbana, vi algunas
personas disgustadas y me dije: “Esto no es la Navidad”.
La Navidad nos permite andar felices, emocionados, porque una buena
noticia se nos ha dado, algo extraordinario está por ocurrir.
Yo quisiera hacer algo diferente en
estos días, que la Navidad sea para perdonarnos entre nosotros. Abrazarnos como
verdaderos hermanos. Y seguir adelante, demostrar que se pueden superar las
diferencias, los errores del pasado.
Hay algo grande en la Navidad que
debemos descubrir. Es un evento extraordinario que está más allá de nuestra comprensión. Nos
da la certeza que Dios envió a su Hijo para redimirnos, por Amor. Sabemos que estuvo en medio de nosotros y nos
dejó su Paz.
Es una época que nos anima a hacer las
cosas diferentes. Vivir lo que creemos.
Es tener a Jesús en medio y reconocerlo en los
demás.
Cada año, para estas fechas recuerdo lo
que una vez hice. Decidí que a todo el que me encontrara le diría: “Feliz Navidad”. Los inicios fueron
difíciles. Algunos me veían como diciendo: “¿y a éste qué le pasó?”. Me
convertí en un bicho raro. Transcurrieron los días y de pronto me vi frente a
un oficial de la policía.
-¡Feliz Navidad! -le dije efusivamente.
-¡Feliz Navidad! -le dije efusivamente.
Me miró con sospecha. Colocó su mano sobre la funda del revólver. Y de pronto
sonrió. Cambió su expresión y me respondió emocionado:
-Feliz Navidad para usted también.
-Feliz Navidad para usted también.
La Navidad nos ayuda a comprender que no
somos huérfanos. Estamos en la tierra por un motivo muy
grande.
Estás aquí porque Dios te ama.
Una vez me pregunté: ¿qué
es importante en la Navidad?
La respuesta fue
sencilla:
- El amor.
- Cantar villancicos con los niños.
- Pasarlo en familia.
- Armar un nacimiento.
- Ir a las posadas.
- Compartir nuestro tiempo.
- Ayudar a todo el que podamos.
- Hacer visitas, llevando alegría y entusiasmo. Tener momentos íntimos, para la oración.
- Contemplar al recién nacido.
Mi vida
le pertenece a este pequeño Niño que ha de nacer. Él será lo
más importante para mí. Cuando le cargue en mis brazos,
¿cómo estará mi alma?, ¿tendré puestas mis mejores vestiduras? ¿Podré atraerlo
a mí sin temor? Es tan pequeño e indefenso que casi da miedo
apretarlo contra mi pecho.
Sí, podré hacerlo. Le besaré su frente. Y lo miraré a los ojos. Él me mirará. Tocará mi rostro con sus manitas y me sonreirá.
Sí, podré hacerlo. Le besaré su frente. Y lo miraré a los ojos. Él me mirará. Tocará mi rostro con sus manitas y me sonreirá.
Testimonio de Claudio de Castro
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