Cierto día, un sacerdote se aproximó a un mendigo y le preguntó:
-¿Quieres que te lea la Biblia?
-Primero dame agua -contestó el aludido-, pues tengo mucha sed.
El sacerdote le dio el último trago de su cantimplora, aunque sabía que no podría obtener más agua hasta el día siguiente. Cuando el mendigo se hubo saciado, volvió a preguntar:
-¿Y ahora, quieres que te lea la Biblia?
-Dame antes de comer, por favor -suplicó el hombre.
El sacerdote le dió el último mendrugo de pan que tenía y, cuando hubo terminado de comer, el mendigo clamó:
-¡Tengo mucho frío!
Así pues, el sacerdote se desprendió del abrigo que lo cubría y se lo puso al hombre.
-Ahora sí -dijo por fin el mendigo-, háblame de ese Dios que, en su bondad, te hizo darme tu última agua, tu último trozo de pan y tu único abrigo.
1 comentario:
LA MEJOR LECTURA QUE PUDO RECIBIR AQUEL MENDIGO FUE EL EJEMPLO QUE LE DIO EL SACERDOTE DEMOSTRÁNDOLE EL AMOR A DIOS CON HECHOS POR QUE DIOS DIJO CUANDO HAGAS ALGO POR ALGUNO DE TUS HERMANOS LO ESTAS ASCIENDO CONMIGO
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