No te inquietes. Dios
te conoce. Sabe quién eres. Lo que haces. Todo lo ve. Está en ti y te ama
profundamente.
Cuando te decidas por
Dios, todo cambiará.
¿Hablarán de ti? Por
supuesto. Leí sobre un joven que de pronto sintió el llamado de Dios y le contó
a sus amigos que se marcharía al Seminario para ser sacerdote. Algunos se burlaron de él. Y unos pocos le
abrazaron deseándole lo mejor.
Las cosas de Dios no siempre
se comprenden, pero se experimentan, se viven, te conmueven y te cambian.
Yo, hace mucho decidí
no complicarme la vida tratando de entender a Dios. Sencillamente opté por
confiar, a pesar de todo.
Estos son tiempo de
renovación y santidad. ¿Lo has sentido? Tiempos de oración profunda, de vida
interior, para reflexionar y hacer cambios en nuestras vidas, cambiar la forma como hacemos las cosas.
Vivimos un tiempo de esperanza
y santidad. Para que podamos optar por ser santos. Sé de muchos que a
diario procuran vivir el Evangelio tal cual se nos enseñó. Amando. Perdonando.
Volcándose hacia lo pobres y más necesitados. Llevando esperanza. Siendo una voz de aliento. Recuerdo haber leído
una expresión que me impresionó: “Un secreto, a voces: estas
crisis mundiales son crisis de santos”.
Estoy de acuerdo. El mundo necesita santos. Nuestra
Iglesia, nuestros gobiernos, nuestros trabajos, necesitan personas que se
decidan a vivir el Evangelio y den ejemplo a los demás, y nos muestren que se
puede, que vale la pena.
Cada día es una nueva oportunidad. Un nuevo comienzo.
El día que eligieron al Papa Francisco, viendo su
humildad sentí que algo en mi interior me volcaba a cambiar, a ser mejor, al menos
lo intentaría.
Un amigo me preguntó hace poco si lograba perseverar en
la fe.
- No siempre lo consigo -le respondí-. Pero cada vez que caigo trato de levantarme y vuelvo a empezar”.
- No siempre lo consigo -le respondí-. Pero cada vez que caigo trato de levantarme y vuelvo a empezar”.
Creo que estos tiempos son para eso, para levantarnos
nuevamente y volver a empezar, esta vez, como Dios te lo ha pedido, caminando en
Su Presencia.
Claudio de Castro
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